QUITASOL

En el año 1.777 el pintor más nombrado en la Villa de Piedrahíta, Francisco Goya, goza de su etapa de crecimiento social.

Había contraído matrimonio con Josefa Bayeu; los hermanos y padre de la misma, habían creado la influencia necesaria en nuestro querido Pintor de cara a la corte.

Ese año, nuestra Cayetana, que se convertiría en unos años en XIII Duquesa de Alba, ya había contraído matrimonio, aunque sólo contaba en aquel momento con 14 años de edad.

El de Fuendetodos estaba realizando un encargo de diez cartones para tapices de asuntos “campestres”, con la finalidad de decorar el Palacio del Pardo. En estos años, nuestro ilustre Pintor trabajaba para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, en Madrid. El tapiz resultante de la obra que atendemos hoy, llamada “El Quitasol”, decoraría el comedor de los Príncipes de Asturias, seguramente encima de algún ventanal.

Lo primero de todo, con permiso, os voy a contar como conocí la que para mí es la obra cumbre de la etapa costumbrista de nuestro querido Pintor: “El Quitasol”.

Érase una vez, en el I.E.S. Gredos de Piedrahíta cuando nos encargaron un trabajo sobre Goya, desde la asignatura de Dibujo.

La Asociación roVles estaba organizando, en aquel 2004, un espectacular proyecto llamado “Piedrahita Goyesca” y Esteban Buenadicha junto a José Antonio Elvira, brindaron una fantástica ponencia en lo que llamábamos “gimnasio” del Colegio (Palacio Ducal).

Recuerdo esa tarde en la que yo contaba con 14 años, como si fuera hoy: había llovido una barbaridad y fui con mi amiga Cris a ver la crecida del “arroyo de las Peñuelas”, para después atender a la charla. El recurso de Internet no era tan accesible en esos años para realizar los trabajos de clase.

Al día siguiente corriendo por los Jardines del Palacio, me topé con esa rampa del muro de contención, esa que tantas veces gateaba de niño para subir “del parque de abajo al parque de arriba”, y  me hizo recordar a una de las escenas que había visto en algún libro de apoyo al trabajo escolar.  La disposición del terreno, la inclinación de la rampa, los sillares e incluso la vegetación que Goya plasma en 1777, se asemeja mucho a ese idílico rincón.

Sin duda alguna, aquel trabajo y brillante charla, me motivaron a investigar y conocer un poquito más sobre Goya y la sociedad del siglo XVIII.

El Quitasol, 1777

Una joven muchacha de alta sociedad, se sienta sobre el campo mientras sostiene un perrito en su regazo. Tras ellos, un mozo popular, “un majo”, educadamente le tiende sombra con “el quitasol”.

Comenzamos con la grandeza de la estructura de colocación de los personajes y líneas: forman un triángulo, como todas las archiconocidas grandes obras del arte pictórico. La moza en sí es un triángulo, pero la figura de los dos personajes junto con la rampa del fondo y línea del quitasol, forman otro triangulo más.

El número tres en el arte es muy especial y es el número divino por excelencia:

Para los griegos: Zeus, Poseidón y Hade.

La terna conocida por todos es la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo… o los Tres Reyes Magos de Oriente, para los niños que me estén leyendo.

Por cierto, también interpretamos “tres son multitud”, quizá en unas líneas me entenderéis.

Las miradas en la obra comunican una historia al espectador: el mozo mira con amor a la bella muchacha, la cual se siente muy segura mirando fijamente y con decisión al espectador.

El perrito ha sido recurso en arte pictórico desde el renacimiento, como símbolo de lealtad y fidelidad.

Pero para mí, el cromatismo de la obra tiene un gran valor.

Los amarillos-dorados de la falda de la joven y el traje del majo, simboliza las energías plenas, la alegría.

El verde del quitasol simboliza la esperanza, siempre ligado a la fertilizad como en “El Matrimonio Arnolfini” de Jan van Eyck.

Los azules están muy presentes en el fajín del majo, en el cuerpo de la muchacha e incluso en unas fantásticas flores. El azul representa estabilidad emocional.

La influencia de Francisco De Goya pudo ser la obra del francés , Jean Ranc “Vertumno y Pomona”. Nuestro pintor trasladaría esa imagen de la mitología a la vida cotidiana en la naturaleza.

¿Qué interpretación tiene la obra?

Hay muchas opiniones; quizá la que más se acerque, es que el mozo que soporta el quitasol esté enamorado de la joven, la cual está comprometida con otra persona a la que le es fiel.

El Quitasol 2020

Tarde luminosa y cálida de Otoño. El paisaje ha cambiado desde que interpretamos “La Vendimia”, y los arbustos del Peñuelas se encuentran semidesnudos de hoja.

Una joven natural de Piedrahíta, Leticia Martín, se acomoda mirando a la cámara de Suso (@ruralcorneja) y un servidor (@excelenciarural). Tras Leticia, José, empresario de la localidad (Capelli Peluqueros- Cinderella) le quita el sol de la cara.

Durante la tarde, “Sueño”, el cachorro de Mastín Español, propiedad de Pablo (Bar La Corneja) juega, corretea y se planta junto a la pareja.

La escena, ante esa rampa de piedra de sillería que pudiera ser de inspiración para Don Francisco de Goya y Lucientes… y que hace 16 años, cuando estaba corriendo por el parque, me transmitió tanto.

Con mucho cariño para el Valle del Corneja, un Valle de Arte, Luz y Color.

Rodrigo González Labrador.

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