La Semana Santa en el Valle del Corneja, además de celebraciones eclesiásticas, suponen encuentros y bullicio en plazas, comercios y hostelería.

El Museo de Arte Sacro de Piedrahíta expone y divulga piezas de orfebrería, escultura, arquitectura. Dentro de todos los ricos componentes, se encuentra la imaginería que “marcha en procesión” los días Santo.

Con este artículo, pretendo un acercamiento a todos los cofrades y vecinos que no podrán asistir, por las restricciones, a la temprana primavera del Corneja. Para que conozcan y compartan desde el punto de vista histórico-artístico, estas imágenes que significan tanto para nosotros.

Desde el punto de vista histórico, si viajamos a los orígenes de la Iglesia en los esbozos medievales, identificamos la época Apostólica (Siglo I), Postapostólica (Siglo III) y otra tras el Edicto de Milán, con Constantino. Tras unos años duros para el cristianismo, llega el Edicto de Tesalónica (año 380) donde el cristianismo se convierte en la religión oficial del Imperio. Con la caída del Imperio Romano de Occidente, esta religión fue fortaleciéndose frente al paganismo. No fueron siglos sencillos para la doctrina, apareciendo diversas “opciones”: En Oriente destacamos Arrianismo “Dios de Dios, Luz de Luz” y en Occidente, entre muchos, el Adoptismo que defiende que “Cristo en cuanto a su divinidad era hijo de Dios”.

El cristianismo fue haciendo de sí mismo, una organización tras el Pontificado, con un gobierno que ha llegado a nuestros días: obispos, presbíteros y diáconos. Las diócesis tendrían catedral o iglesia que fueron el lugar de reunión, trato e incluso del mercado: El componente social de la iglesia ha sido siempre muy provechoso.

Dentro de esta organización, las asambleas llamadas Concilios, trataban asuntos relevantes. Son muy conocidos el Concilio de Letrán en 1215, que regularizaba los sínodos diocesanos, o el Concilio de Trento en La Reforma. Para conocer las imágenes, como las vemos hoy, vamos a hacer un breve resumen de los movimientos reformistas que predicaban, sobre todo, una espiritualidad basada en la palabra, denunciando a las imágenes que transmitían grandiosidad y poca austeridad. En el panorama internacional preponderan Calvino y Lutero. Este último, se basaba en la indulgencia, pero apuesta por un control de esas imágenes “como docencia”.

 En España, Cisneros fue el gran representante de la regeneración de la iglesia. La clave resolutiva fue asentándose, diferenciando el concepto de “ídolo” que defendían los protestantes, e “imagen”: acerca a la sociedad la representación contada en los evangelios. Todo bajo un filtro que fuera honesto, de realismo y de utilidad. El cristianismo se convertiría en el sector intelectual de la sociedad, culturizándonos con ápices filosóficos de la cultura clásica.

Piedrahíta.

La iglesia entendida como templo forma un lugar sagrado. En uno de estos lugares, Iglesia de la Asunción de Piedrahíta, estoy visitando las preciadas imágenes que nos muestran la pasión de cristo. En años anteriores, esta imaginería de la Escuela Castellana, unía a la población para propósito de acompañarlas por nuestras calles, por nuestra serrana vía dolorosa: el espíritu que inunda de emoción las calles a la falda de Peña Negra. El origen de estas procesiones cristianas, se remontan a una ruta inventada, por monjes franciscanos, en Jerusalén en la Edad Media, tomando datos históricos evangélicos, que narran como los reos sacrificados cargaban con la cruz.

La crucifixión es el icono de la cristiandad, no en vano nuestro cristo crucificado conocido como “de las Batallas”, es una de las representaciones más valoradas artística y espiritualmente en Piedrahíta. Un cristo rebosante de terror, dramatismo y realismo que estremece al espectador. Estas tres particularidades son comunes, a la gran mayoría de las imágenes de la iglesia de Piedrahíta, por realizarse estas en el mismo espacio y tiempo: el Barroco. También conocido como “Miserere”, es un Cristo de gran peso que lleva consigo la leyenda de que estuvo en la ermita que se alzaba en el Cerro de la Cruz: viendo las dimensiones de los cimientos de la ermita y las de la imagen, imposibilitan esa hipótesis.

El Cristo de las Batallas es la pieza fundamental del retablo que encontraréis en la Capilla de Don Juan Jiménez Méndez, dedicada a La Pasión de Cristo. Aunque transita por nuestras calles en tres ocasiones, siempre me fascinó la Procesión de El Silencio, quizá por ser la primera de la Semana Santa, o quizá por esa silueta del cristo llegando al Puente Viejo bajo el dominio de Los Alba: toda una fantasía emotiva, espiritual y también artística.

En este mismo retablo, que María de la Vega Gómez González data en 1628, se encuentra la madre Virgen, conocida popularmente como “Virgen del Encuentro”. Cuenta con gran expectación y devoción entre las piedrahitenses. El estilo de la escultura no comparte gusto ni escuela con el del anterior. Aun así, el conjunto forma una composición bella y significativa en aspectos, profundidades y por qué no decirlo: proyecta la prioridad del protagonismo a Cristo. Nuestra Virgen del Encuentro es una talla en madera material higroscópico y duradero, como la mayoría de las que tenemos en el Corneja. Si algo define esta talla es su expresión de esperanza que aliña en brillo de santidad. Los colores de los peplos son tímidos, sencillos y elegantes.

Otra de las Imágenes más poderosas de nuestra Semana Santa y que podréis encontrar en esta misma Capilla del Miserere, es el “Cristo del Sepulcro, cofradía del Santo Entierro. Piedrahíta cuenta con dos de este tipo. Nos referimos al de mayor tamaño, con gran dramatismo y trabajo de volúmenes. Es una figura típicamente barroca, que reposa interna en urna acristalada y si nos fijamos, ¡es articulado!. La explicación es que en el S.XVIII se realizaba el descenso de la cruz al sepulcro, que auguro sería de grandiosidad. Lo más fácil para reconocer este vestigio, es fijarnos en los agujeros para los clavos en manos y pies.

En años anteriores se recuperó por los jóvenes confirmantes, sacar en procesión un compacto “Cristo Atado a la Columna” del siglo XVIII. Se trata de una de las imágenes para estaciones más repetidas en toda Castilla. Lo cierto es que en nuestra villa, nunca gozó de una calurosa acogida.

“El Nazareno” se cobija en su propio retablo a la manera de hornacina, del siglo XVII. En los santos evangelios se describe como Jesús porta su cruz y en una ocasión, alguien tiene que ayudarlo porque no puede con su peso. Nuestra talla, se presenta con una emoción contenida y algo hierática en comparativa con el cristo crucificado que hemos analizado anteriormente.

Si nos dirigimos a la Capilla Lope de Tamayo, preside un retablo del S.XVIII sin dorar ni policromar, como los de la vecina Horcajada. En la calle central atendemos una “Dolorosa de vestir” dieciochesca. A las imágenes de vestir sólo se les trabaja las partes visibles (cara y manos), el resto es una armadura que se viste con los mantos. Un ejemplo conocido por todos es la Patrona del Valle: Virgen de la Vega.

Por último, La Piedad de un estilo gótico borgoñón, que parece no concordar en volúmenes, pero la explicación es que estaba destinada a ubicarse en un emplazamiento con altura suficiente, para que al ser observado desde abajo, tuviera proporción. Es una talla del S.XV de gran sensibilidad y plástica, con una postura de dinamismo propia de su estilo.

Existen otras cofradías, aunque no presentes hoy como tal en nuestra iglesia. Entrañables son los tres Cristos de los Magdalenos, procedentes de la abandonada y olvidada ermita, sita frente a las desoladoras ruinas de Santo Domingo.

Para concluir, en el Coro Alto, casi frente a las armas de los Álvarez de Toledo tenemos la Rueda de Campanas: Su función era sustituir al toque de campanas desde Jueves Santo hasta el Domingo de Resurrección.

Agradecimientos:

A Don Luis Bustamante, a Rosi y todo el equipo que mantiene nuestra iglesia. Al Museo de Arte Sacro por su labor durante estos 15 años.

Rodrigo González Labrador

Museo de Arte Sacro de Piedrahíta.

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